viernes, 21 de septiembre de 2007

Mentes Renovadas Nos Lleva a la Vida Abundante

La vida eterna manifestada como abundancia aquí en este mundo requiere prioridades correctas, confianza en Dios, estrecha relación con Él y manejo sabio de las bendiciones que Dios nos da.

La verdad es que necesitamos renovar nuestra mente y cambiar nuestra manera de pensar. Renovar habla de cambiar lo viejo por lo nuevo. De entregar lo gastado y vencido por lo bueno y actualizado. En nuestras vidas personales es quitar nuestra manera de pensar y vivir para alinearla con la sabiduría de Dios que encontramos en la Biblia.

Pida a Dios hoy por este cambio de dueño y reciba renovación de pensamiento y vida. Solo así desarrollaremos una relación personal con Él y desfrutaremos de vida abundante.

miércoles, 19 de septiembre de 2007

Libre del Pecado y Persiguido por Vida

Vida abundante es ser libre del pecado y vivir en armonía con Dios y el prójimo. ¿Cómo podemos entonces vivir la vida abundante en esta tierra de tantos problemas y dificultades?

Debemos poner toda nuestra fe en Dios. Confiamos en El, no en lo que hacemos nosotros. Hay que poner prioridad en nuestras vidas. Dios ante todo. Debemos librarnos de la avaricia. Nuestra meta primordial es gozar una buena relación con Dios Padre. Necesitamos ser fieles mayordomos con las bendiciones que ahora disfrutamos. Usando sabiamente las bendiciones se multiplican y Dios recibe la gloria.

Cuando vivimos rectamente y buscamos primero a Jesús, nos persiguen las bendiciones de Dios y la vida abundante.

lunes, 17 de septiembre de 2007

La Vida Abundante

"He venido para que tengan vida y vida en abundancia," dijo Jesús.

La vida abundante es tener lo suficiente para tu vida y que sobre para apoyar las necesidades de otros. Es la vida eterna que Jesús ofrece cuando dice, “Dios Amó tanto al mundo que dio su único hijo para que tengan vida eterna”.

La vida eterna empieza aquí en este mundo. No tenemos que esperar la muerte. Lo que tenemos que hacer es aceptar la obra sacrificial de Cristo y hacerlo nuestro Señor. Desde ese momento somos hijos de Dios viviendo las normas del reino de su Hijo, Jesucristo. En vez de vivir las maldiciones del pecador esclavo del Diablo, ahora vivimos con las bendiciones de los hijos de Dios. Gozaremos de la vida abundante.