Aunque existía en forma de Dios, no se aferró a su igualdad con él, sino que renunció a lo que era suyo y tomó naturaleza de siervo. Haciéndose como todos los hombres y presentándose como un hombre cualquiera, se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte... muerte en la cruz.
Por eso Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor.
Is 7:14; Fil. 2:6-11